Malas noticias: Haier roto

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Justo un mes después de saldar la deuda en el banco se rompió el refrigerador. Con mi salario de periodista demoré los 10 años que el Estado previó como plazo para liquidar el crédito del Haier, más alguna que otra mora que debo agradecer a la feroz burocracia que sobreviene cuando se cambia de centro de trabajo.

El técnico en refrigeración  dice que el «padecimiento» es mortal, que congelará un tiempito más y abajo será un horno, más «lloviznao» que nunca, y que la solución está en cambiarle todo el mueble, porque esos aparatos son casi desechables. La lista de espera de muebles en el taller de reparaciones, lo supe después, no se ha movido desde 2015. O más bien sí: ha crecido. Ni siquiera me dieron un número para guiarme, lo cual, me suena a mala señal. 

Yo tenía un refrigerador americano —que alguna vez funcionó con petróleo y ya había sido modificado—, cuya máquina era casi nueva. El aparato estaba oxidado y feo por fuera, pero enfriaba a las mil maravillas cuando llegó la Revolución Energética. Ahora sería lógico hacerse la pregunta de por qué lo cambié, pero en ese momento además de que era obligatorio, yo acariciaba el fetiche de un refrigerador de dos puertas.

En 2005 Fidel anunció la Revolución Energética, una política de país que, a corto plazo, sustituyó electrodomésticos ineficientes y altos consumidores, y a largo plazo perseguía (y persigue) transformar la matriz energética nacional: de la generación con hidrocarburos al uso de fuentes renovables de energía.

Los primeros que salieron de circulación fueron los bombillos incandescentes y luego, de a poco, llegaron las hornillas y sus calderos rojos, los ventiladores, las ollas arroceras y las de presión eléctricas, los aires acondicionados y los refrigeradores. Aunque me dolió un poco despedir, sobre todo, la máquina de refrigeración que tanto había costado y por la cual no me descontaron un peso del importe total del nuevo refrigerador (sabiendo yo que ella como tantas otras no fue a parar a Materias Primas) recibí con alegría el Haier nuevecito de dos puertas que satisfaría no solo mi fetiche, sino la urgencia de disminuir el consumo de electricidad.

Desde 2006 las tarifas de la electricidad no serían inamovibles en los nueve centavos y, cinco años después,  la Unión Eléctrica de Cuba anunció un aumento en el costo del servicio que, en principio, debería afectar solo a los altos consumidores (calculados como el 5,6 por ciento de los clientes, con un consumo superior a los 300 kw al mes), pero que en la concreta impacta a muchos más usuarios, porque 300 kw los gasta cualquiera que deba cocinar con una hornilla, por ejemplo.

Un informe elaborado por el experto alemán Dieter Seifried,  estimó en 383 millones de euros el costo de la inversión realizada por Cuba para adquirir en el mercado internacional los equipos y calculó que, frente a un ahorro anual de combustible de unos 230 millones de euros,  los electrodomésticos se amortizaron en menos de dos años.

A mí me demoró 10.

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Fuente: Informe La revolución energética cubana ¿un modelo para la mitigación del cambio climático? Dieter Seifried.

Una década después el Haier dijo hasta aquí y yo, en realidad, no lo culpo. Cómo podría. Entiendo que es un refrigerador de gama baja que ya excedió su tiempo de vida útil porque nada de lo que se produce hoy en día está diseñado para durar tanto. La lavadora Daytron, con 13 años de explotación, está en remojo. Bueno, en realidad está en la casa del mecánico, a ver si sobrevive a un paro en la secadora.

Mis amigos me dejaron en Facebook mensajes de consuelo. Me han dicho que me acompañan en el sentimiento porque, repiten, un refrigerador roto es como un familiar enfermo. No sé si tanto, me susurra al oído mi yo espiritual, pero el yo material se para delante del refri y cambia los pomos de agua para el congelador para que estén fríos a la hora de la comida.

En fin, comprendo a mi Haier de dos puertas en su finita existencia Made in China. Ese es un problema que no tiene solución. Creo que leí que los problemas sin solución automáticamente dejan de ser problemas. El verdadero problema, no obstante, es que ahora que lo necesito no puedo comprarme uno nuevo.

Ese sí es un problema. 

No voy a hablar del poder adquisitivo de mi salario en función de los equipos que están disponibles de vez en vez en el mercado nacional — Mabe- 624 CUC; Daewoo- 634 CUC; LG- 824 CUC—. En realidad mi salario no es tan fuerte. Bueno, sí, supongo que sobra el tan.

Mi salario, sin embargo, podría ponerle el pecho a un crédito, tal y como hizo durante 10 años, no solo con el refri; también con la casa. La mitad del mundo funciona así. Usted tiene un ingreso estable y, en proporción, puede adquirir rosas, o sea, cosas, a crédito.

La opción de créditos bancarios para personas naturales se abrió cuando fue preciso cambiar todos los electrodomésticos en pos de disminuir la demanda de electricidad nacional. Luego, en 2011, el Decreto Ley 289  De los créditos a las Personas Naturales y otros servicios bancarios y las Resoluciones No. 99, 100 y 101 del Banco Central de Cuba, dirigidas a financiar «las demandas más urgentes de la población como son las acciones constructivas en las viviendas y el desarrollo de las nuevas actividades de los trabajadores por cuenta propia»;, establecieron el marco legal para que la gente pudiera pedirle al banco en lugar de terminar en las manos de un garrotero.

«En la población existen expectativas por la ampliación de las posibilidades de financiamientos para adquirir distintos bienes y servicios, lo cual se hará en la medida en que las condiciones de la economía lo permitan», dijo a Opciones Francisco Mayobre Lence, vicepresidente del Banco Central de Cuba, en días cercanos a la entrada en vigor del Decreto-Ley. En el mes enero de 2012 se comenzó a otorgar créditos para comprar equipos de cocción de alimentos.

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Todo parece indicar que las condiciones de la economía «no han permitido ampliar el alcance de la política crediticia» y ahora me sumo a esa población que ya entonces tenía expectativas, diría más, necesidades, de adquirir otros bienes. Pero las expectativas no enfrían el agua ni secan la ropa en días de lluvia.

Un reportaje publicado en Bohemia en junio de 2015 aseguró que no existía suficiente demanda para los créditos disponibles y hurgó en casi todas las etapas del proceso, desde los beneficiarios, hasta las entidades emisoras. Ese panorama debe haber cambiado en alguna medida luego de la suspensión temporal de la emisión de licencias para el trabajo por cuenta propia (menos dinero solicitado) y de la afectación del Huracán Irma en el fondo habitacional (más créditos concedidos).

El reportaje, no obstante, no indaga en esas expectativas y/o necesidades de la gente a la que más que una olla de presión, comprar un timbiriche de frituras o reparar el baño, le urge un refrigerador para enfriar el agua y conservar los alimentos. No hay en toda la web un análisis que pueda explicar en qué momento la política crediticia estaría en condiciones de solventar las carencias de la gente.

Pero habrá que pensar en eso, digo yo, porque han pasado 10 años desde que 2,5 millones de Haier entraron en nuestras vidas y, a partir de ahora es que tendremos más noticias de sus roturas.

 

Publicado por

Sayli

Soy "algo" que todos los días se (re)construye. Debo tener un punto de partida, un botón de inicio quizás, pero no lo encuentro. Tampoco la última orilla ni el malecón que me contiene. Escribo porque no se me da bien la política ni el sexo por dinero, lo cual me mantiene contando centavos, pero me deja dormir en paz.

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