Alexis Díaz-Pimienta: Con viejos mapas hacia alguna parte (III y final)

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Foto: Rodrigo Valero

Algo pasa con esta entrevista. Ya fue explicado el lapso en que anduvo «extraviada», hecha ceros y unos entre el ordenador del poeta y el de la periodista. Y cuando finalmente ve la luz, lugar común que mejor se ciñe a la cintura ancha de esta conversación, y más aún, cuando parecía que ya nada podría limitar su tiempo vital en el ciberespacio, vuelve a tropezar en algún vericueto informático de desconocida naturaleza. Se rompió la PC, señoras y señores.


— ¿En qué medida este ir y venir ha dejado huellas en tu creación?

—Todo deja huellas, hasta la inmovilidad. Si no hubiera salido de Cuba seguramente no habría escrito igual, habría tenido otro tono y otras perspectivas, hubiera escrito guiado por otras huellas vivenciales. No obstante, reconozco que haber estado tantos años “viendo mundo” (he estado en más de 30 países de los 5 continentes, en muchos de ellos varias veces. Otra ganancia neta del repentismo: como escritor no hubiera ido ni a la tercera parte) me ha ayudado muchísimo, sobre todo, a entender Cuba, a valorar las excepcionalidades de la isla, de mi ciudad, La Habana, de mis paisanos. En lo estético no. En lo estético me ha ayudado “viajar” de libro en libro y para eso no necesitaba salir de la Habana (como Lezama). Mi manera de contar y escribir se la debo a las “ciudades visibles” que visito desde joven: Ciudad Mark Twain, ciudad Foulkner, ciudad Doss Passos y Quiroga, Dostoiesky, Chejov, Maupassant, Borges, Gabo, Cortázar, Carpentier, Vallejo, Martí, Quevedo, Kavafis, Pessoa, Shopenhauer, Kafka, todas “ciudades” que visito y revisito con vocación de explorador y de cronista. Sin ellas, sin sus paisajes, yo no hubiera escrito nada, aunque hubiera recorrido los escenarios de medio mundo como repentista.

«Quiero decir que las huellas en la creación, en mi caso, son la suma de estos dos viajes: el interior y el exterior, el físico y el intelectual. “Ir y venir” es una linda metáfora, pero inexacta. También se va y se viene de muchos mundos sin salir de casa. Precisamente es una de las ganancias de la literatura, del cine, del arte en general. Yo creo que mi verdadera ganancia al estar fuera de Cuba tiene que ver con algo más pedestre, más mundano, menos lírico: el tiempo. El haber estado 20 años viviendo en Almería, ni siquiera en Almería capital, sino en Aguadulce, un pequeño pueblo costero del poniente almeriense, me dio algo que en Cuba no tenía, que se me escapaba como el agua: tiempo. Tiempo para pensar, para escribir, para leer, para crecer y viajar hacia dentro.

«Recuerda que en la isla he sido un personaje muy mediático desde pequeño. Y en los años en que comienzo a ir a España (1993-95) estaba precisamente en mi etapa más farandulera: Palmas y Cañas, Televista, Tengo, El Viernes Crece, todos los días prácticamente en la televisión, más los programas de radio (Fiesta Guajira de Progreso, El guateque del Mediodía de Radio Habana Cuba, La Parranda de Radio Rebelde, Cuba canta para ti de Radio Taíno), más las giras por las provincias, los guateques caseros… En fin, entre la TV, la farándula, los guateques, los rones, la serie de pelota (industrialista furibundo) y el cubaneo general, lo que es una auténtica proeza es que escribiera, y en libretas, a mano, dos de mis libros principales y más voluminosos: Prisionero del agua y Teoría de la Improvisación Poética. Además de varios cuentos y poemarios. En ese época, mi vida era una lucha feroz entre los dos Alexis: el repentista y el literato.

«Llegaba a mi casa del Caballo Blanco a las 3:00 o 4:00 de la mañana, borracho o medio borracho, y a esa hora me bañaba y me ponía a escribir. Ojo, y ya tenía un hijo. Y era el Período Especial, así que tenía que sacar también tiempo para “luchar” los frijoles y la leche del chama. Así que imagínate, cuando llegué a Aguadulce, donde era un auténtico desconocido, los días comenzaron a tener 24 horas. Y con una computadora a mi disposición las 24 horas rendían como 48. Además, por defecto de fábrica, mi cabeza funciona a una velocidad terrible y soy un mecanógrafo veloz que escribe con dos dedos. La suma de estos dos factores, tiempo y velocidad creativa, dieron como resultado la etapa más fructífera de mi literatura: novelas, cuentos, poemas, ensayos, teatro. Lejos de los focos (y del ron y del béisbol, dos ladrones de tiempo impresionantes) me convertí en un auténtico profesional de la escritura. Y ya nunca más he salido del bucle. Siempre estoy escribiendo.

«Lo curioso es que como mi actividad como repentista sigue siendo tan mediática, la gente me ve siempre improvisando, que es lo que menos hago. Cada vez menos, por cierto. Es decir, que si me preguntas cuál es mi actividad principal en los últimos 20 años tendría que decirte sin margen de error que la literatura, la escritura; luego la docencia, la enseñanza de la improvisación (he dado clases y cursos y conferencias en Universidades y centros educativos de Cuba, Estados Unidos, América Latina, Europa), y por último, bastante lejos de estas dos, el repentismo. Sin embargo, todos me identifican como “el repentista”. Les cuesta verme como narrador, poeta, cuentista.

Soy, por ejemplo, el autor menos antologado de mi generación en Cuba. Aparezco en las antologías que se hacen en España, en Francia, Italia, México, Alemania, de literatura cubana; pero cuando los colegas (algunos amigos, incluso) hacen una antología de poetas o de narradores cubanos, raramente me incluyen. No importan los siete premios internacionales de poesía ni los tres premios internacionales de novela, ni el Iberoamericano de relatos. Yo no existo. Si no estoy, no existo.

«Un reconocido traductor e hispanista italiano llegó hace muchos años preguntando por mí a la Sección de Escritores de la UNEAC y le dijeron que no, que tenía que buscarme entre los repentistas. Y cuando llegó a la Antonio María Romeu, la empresa de los improvisadores, le dijeron que no, que tenía que buscarme entre los escritores, en la UNEAC. En fin, que yo estaba (y estoy) en terreno de nadie. Entre la oralidad y la escritura, entre el exilio y el insilio, entre los que “se fueron” y los que “se quedaron”. Y eso pasa factura. Para los escritores cubanos del exilio soy un escritor “de dentro”. (Solo Odette Alonso me incluyó en una antología de poetas del exilio y la diáspora, y el español Ángel Esteban y la alemana Michi Strausfeld, en sendas antologías de narradores). Para los escritores cubanos de la isla, soy un escritor “de fuera” (para muchos “un repentista que escribe desde fuera”). Y yo ya me acostumbré a ir por la libre. Freelance se dice ahora».

— ¿Y esa circunstancia cómo la asumes? ¿Es una amenaza o una oportunidad?

— En cierto sentido es cómodo, porque me ha permitido una independencia creativa que echo de menos en muchos colegas, atados a filias más o menos estéticas, gremiales, que los marcan y limitan. Freelance en Cuba y en España. Electrón suelto. Un vaquero solitario en las tierras del western espagueti (Almería). Y me gusta. Ahora me está pasando algo más curioso. Digamos que estoy volviendo al repentismo pero desde otra perspectiva, menos guajiro, más urbanita, teatral y literario, fusionando el repentismo con la canción de autor, compartiendo escenario con músicos y cantautores como Jorge Drexler o Raúl Rodríguez (en España), Guillermo Briseño o Frino (en México), y esto hace que el “Alexis repentista” vuelva a tener cierto protagonismo.

«Entonces me están invitando a muchos Festivales de Poesía. Fíjate, no festivales de repentismo ni de improvisación; Festivales de Poesía escrita, que hay muchos en el mundo. Me invitan en España, en México, Chile, Nicaragua, hasta en los Festivales de La Habana. Pero me invitan como repentista, no como poeta. De pronto, los poetas leen que en esos festivales son autores con uno o dos libros publicados y a mi ni siquiera me invitan a leer, solo a improvisar, a poner, digamos, la “guinda del pastel” en la fiesta poética. Pero bueno, son gajes del oficio. Y en teoría debo estar agradecido incluso.»

—¿Por qué son tan pocos los repentistas que se animan a escribir sus versos? ¿O es que no se publican?

— Vamos a partir de un principio fundamental, para evitar equívocos. Los repentistas no son escritores. Ni pretenden serlo. A nadie se le ocurre preguntar por qué los cantautores no escriben libros, o los pintores, o los músicos. Los repentistas son repentistas, improvisadores, un arte propio, tan legítimo como los demás. Y que su arte tenga un fuerte componente verbal y póetico, no quiere decir que la poesía escrita, la literatura, sea su objetivo, su meta. Esto los confunde hasta a ellos mismos que, desconocedores de la unicidad y de la exclusividad de su propia arte se sienten a veces menos, disminuidos, al comparaerse con los que que escriben poesía. El hecho de que Quevedo y Sor Juana Inés hayan sido improvisadores y a la vez escritores es “un accidente”, la excepción, no la norma. Lo mismo pasa con Naborí, con Francisco Riberón, conmigo. No por ello todos los repentistas tienen que escribir y aspiran a hacerlo. Yo también bailo casino y juego al béisbol y la mayoría de los repentitas no bailan y algunos prefieren el rodeo o el fútbol.

«Escribo e improviso, pero no toco tres, ni guitarra, ni laúd y muchos improvisadores sí lo hacen. No por ello me siento un músico frustrado. Yo no soy músico. Soy escritor y repentista, solo eso. A la improvisación poética en general, no solo al repentismo cubano, le ha hecho mucho daño el apellido “poética”. Ha creado muchos equívocos. No sé por qué no pasa con los otros componentes del repentismo. El repentismo tiene tres componentes fundamentales: el poético-literario, el musical-interpretativo y el teatral-escénico. Pero nadie se pregunta por qué los repentistas no graban discos con canciones, o componen música, o por qué no hacen teatro, cine, dramatizados. En realidad, esto solo demuestra la importancia que tiene en el repentismo cubano el texto, la parte literaria»

— ¿Qué otros demonios le muerden la carne al Alexis escritor?

— Muchos demonios, todos. Me preocupa Cuba, sobre todo. A dónde va la isla. Ahora estamos en un periodo muy interesante, muy curioso. En los últimos cinco años han pasado más cosas que en los últimos 30. Pero echo de menos una transparencia que me haga, que nos haga, sentir más seguros y confiados.  Y más allá de Cuba, me preocupa el mundo, todo lo que pasa a nivel político y nivel ecológico. Estamos enloqueciendo. Me preocupa el mundo que dejaremos a los Chamaquili del futuro, a mi hijo, a mi nieta.

FIN

Publicado por

Sayli

Soy "algo" que todos los días se (re)construye. Debo tener un punto de partida, un botón de inicio quizás, pero no lo encuentro. Tampoco la última orilla ni el malecón que me contiene. Escribo porque no se me da bien la política ni el sexo por dinero, lo cual me mantiene contando centavos, pero me deja dormir en paz.

Un comentario en «Alexis Díaz-Pimienta: Con viejos mapas hacia alguna parte (III y final)»

  1. Me encantó. Mándala para el Caimán Barbudo, Bohemia, Vistar Magazine, On Cuba, La calle del medio, El Toque, Cubadebate, Juventud Rebelde…para donde te la publiquen sin censura. Quienes te siguen y también admiran a Alexis no deben perdérsela. Un abrazo a los dos.

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